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Portraits from “El Canal Gálvez”


Una estructura de cemento antigua se desvanece entre los muros modernos, el rojizo oxido mimetiza las enormes planchas de hierro: es la compuerta del canal que da fin a la captación de agua. La cercanía del “Canal Gálvez” al pueblo lo hace parecer visible, pero gran parte del canal propiamente dicho está bajo tierra; como muchos de los tesoros del pueblo de antaño, un pueblo que muchos recuerdan con añoranza y que otros como yo, no se cansan

de admirar.

Por allá en las primeras décadas de siglo XX el aprovechamiento de las aguas de los ríos Amarillo y Calera por medio de captaciones que los mortales aquí llamamos “chorreras” dieron como resultado una red eléctrica que trajo al campamento a la vida y la revolución industrial tardía.

El canal como las "chorreras" y las mismas hidroeléctricas subsisten, entre la madera carcomida, el hierro raído, el olvido de los propios y el desconocer de los extraños.

Un pequeño sendero marcado por el andar diario nos lleva a mí y a mi esposa desde un Portovelo hoy medio citadino medio campamento, hacia un Portovelo más del pasado y que guarda ese selvático trinar de aves sobre plantas de ciruela y guanábana silvestre, más cercano a un pueblo pre - apocalíptico con matices paradisiacos. Algo lastima la visión de forma inmediata al acceder al canal: un cerco de basura a cada lado y digo cerco porque parece seguir la línea que divide las propiedades. Basura de todo tipo: desde mascarillas hasta cajas de cigarro y quien sabe que más, no me atrevo a hurgar. Todo eso muestra de que el canal/camino tiene trashumar incansable pero también es seña del descuido total y del maldito olvido.

El Canal Gálvez alimenta la hidroeléctrica el Amarillo, que para sorpresa de muchos funciona aún - eso sí, contra todo pronóstico por aquello del derrotismo que a veces nos abraza a los locales -. La ruta es fácil de andar y nos lleva a lo largo del Rio Amarillo hacia el este pasando por vistas que nos hacen fantasear y a mi recordar. Vemos Curipamba, el Paraíso y la Chorrera (la primera de tres), desde lejos Portovelo enrojecido por el somnoliento sol de octubre nos despide mientras a carreras cortas nos alejamos cada vez un tanto. Me tomo el tiempo para explicar los nombres locales como la Pampa de Oro y el Porqué de Portovelo entre otros el Barbasco y la leyenda de San José. En 20 minutos hemos recorrido hasta llegar al agua caliente, pasando junto a arboles de Polo-Polo en presencia de iguanas y azulejos y hasta guatusas que al vernos corren al escondite seguro.

El Fernán Sánchez, el Faique, el cedro y los Ciruelos crean un túnel que protege nuestro paso, como si nos pidieran quedarnos. Los desechos se vuelven cada vez más ingratos: tarrinas de comida, ropas raídas por el tiempo y saquillos. Los olores no mejoran. ¿Qué ha pasado aquí? Me pregunto y veo con tristeza que somos presa de un falso desarrollo que ha olvidado lugares como este, antaño fundamentales.

El correr del agua se siente bajo los pies al parar. Escuchar aquí es una mezcla de ruido de máquinas y carros, mezclado con el jadeante sonido del agua que arremete contra las paredes de un cemento que aparenta ser indestructible. El canal muestra su lomo de caliza hoy azulado y verdoso por los años y los musgos que lo cubren.

De repente el sonido cambia y es más bien sonido de cascada, al que le continua el olor fétido por decir poco de una caída de agua que sin duda está viciada, por no decir muerta, y casi con seguridad llena de males, cayendo sobre el canal con destino al Amarillo donde su color marrón seguramente se notará – viene desde Zaruma dicen – y no es la única.

Un pórtico de roca redondeada con bromelias colgantes es la entrada a una “fase” diferente del canal, donde ya no se vuelve a ver la estructura por algunos cientos de metros, pero se le puede sentir. Aquí Portovelo pasa a ser Zaruma geográficamente, pero para mí es nada más que Pampa de Oro y hecho a correr porque la memoria no tiene fronteras.

En una corta retrospectiva, nada más en el 2015 este camino al que mi padre llama “La Eco Ruta Canal Gálvez” pasaba también por el puente más hermoso que la jurisdicción TENIA (y un camino empedrado que iba hasta Zaruma del que en la vía se pueden ver unas piedras empujadas hacia abajo por el cascajo blanco) Ese puente techado sobre el Rio Amarillo a veces nombrado “Puente del Amarillo” del que aún (solamente) quedan partes, siempre fue un lugar para quedarse, las bases atestiguando con cemento alemán y maderos enormes como los brazos de un moribundo Hércules que buscan abrazar a los durmientes que no están son lo que sobrevivió.

Hoy con la sangre en la cara por la ira y la frustración le muestro a mi acompañante donde estaba el puente y explico la arquitectura del mismo y el valor estratégico de un puente a esa altura del campamento. Brutamente me recuerda a los puentes techados de Gualaceo y los techados “Puentes de Madison”. No me voy sin recordar que ahí nadé cuando niño y lancé mi bicicleta a la laguna verde oscura que duerme abajo. Mi explicación sobre el fin del puente es parca -era patrimonio, digo, pero eso no impide a la polilla y a la ceguera comerse todo - no queda más que decir que el tiempo se lo llevó, pero todo ( o casi todo) lo que el tiempo se lleva lo hace con nuestra complicidad; no cabe duda.

Entre flores de mango y el polvo grueso de la carretera emprendemos el retorno, con un sopor no de calor sino más bien de derrota. Me dejo abrazar por las postales de mis recuerdos, todas en color; donde el canal es mi zona de juegos y el camino me ofrece abrigo del sol. Recuerdo el andar medio hombruno medio canino de mi niñez, bajando por el agua caliente al encuentro del Rio y las Dos piedras.

Hay mucho por hacer y es fundamental que todos, propios y extraños conozcamos los tesoros dormidos de Portovelo y aprendamos a valorarlos. Hagamos memoria y entendamos que el camino que estos lugares sigue hoy, es un camino ingrato y todo lo que se olvida muere. Deben ser las seis y cuarenta y el sol se ha fundido con las montañas al oeste, ya no corremos, apesadumbrados por el calor conversamos ¿Qué tal si? …


Portovelo, El oro.

Octubre 2020

1 Comment


albasalamea
Aug 20, 2021

Una descripcion exacta de la realidad, por ser conocedor de este Portovelo hermoso, ya que desde niño exploraste todos los caminos, describes con exactitud, la cruda realidad de lo que sucede,y solo a los verdaderos Portovelenses, les duele ver como los "Empresarios mineros“ solo les interesa sacar el Dorado Metal, sin importar destruir el Complejo Arqueologico Industrial, y la Biodiversidad.

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